
¿QUIEN IBA A PENSAR QUE EL WHISKEY PROVOCARÍA NUESTRA AMISTAD?
Conocí a Juan Carlos López en una noche de verano. Me lo presentó Roberto Edgar Aceves Pérez de Tejada, a quien todo mundo conocemos como Cyrano.
Me dijo que el era propietario del Bar Roxy, uno de los lugares para escuchar rock, más importantes de la ciudad.
No puedo decir que nuestra amistad fue instantánea y que llegó por arte de magia. Por aquellos años mi bebida favorita era el whiskey, y aunque no soy un asiduo bebedor,
coincidimos en el gusto por ese trago.
Me preguntó qué tipo tomaba, y antes de que pudiera responderle me dijo: “yo tomo el Whiskey Jack Daniel’s”, yo me saqué de onda, porque no me dio tiempo a responderle.
Beber whisky unió nuestra amistad. Aunque el suyo era una combinación de sabores a caramelo, vainilla, especias y madera.
Después coincidí con Juan Carlos con otro viejo amigo, que ya se nos adelantó en el camino: Jesús “Chuy”Monteón y sellamos nuestra amistad, y todo por tomar whiskey, aunque yo prefería beber uno más comercial, Etiqueta Negra o Buchanan’s y el arquitecto Monteón optaba por uno menos comercial, pero más rico en sabor: “Macallan”.
Juan Carlos sabía que a muchas de las reuniones que solíamos asistir, invariablemente siempre era acompañado por su botella: Whisky Jack Daniel’s Tennessee.
Siempre fue una persona entusiasta y muy activa. Así que el día que le cortaron la luz, y me comentó que el show tiene que continuar fue y rentó una planta que le suministrara energía eléctrica, hasta que su problema quedó resuelto.
Lamentablemente Juan Carlos, el “rey del rock”, mote ganado por su afición a ese género musical, murió victima de cáncer, y me enteré de su deceso por otro amigo de ambos, por Elias Montenegro.
Este fin de semana se celebró una misa con las cenizas de Juan Carlos López, presentes en el templo de la Santa Cruz en Puerto Vallarta.
La mayoría de sus amigos estuvieron en la celebración eucarística, para acompañar a su esposa Adriana Robles y a su madre Carmelita Castañeda.
El sacerdote encargado de oficiar la Santa Misa de despedida, fue el nayarita Esteban Salazar González, quien dirigió una sencilla y bonita liturgia, acompañada por la música que provenía del área de los coros.