LAS VÍBORAS…

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UN VIAJE ENTRE EL AYER Y EL HOY…

La temporada navideña, con su manto de luces y melodías, siempre ha tejido un encanto singular en mi corazón. Es una época que evoca reencuentros anhelados, lazos familiares fortalecidos y la promesa de renovadas esperanzas, culminando en la mágica llegada del Día de Reyes. En estos días, pareciera que incluso las naciones inmersas en conflictos bélicos hacen una pausa, un respiro en medio de la contienda, tal vez en un silencioso y colectivo homenaje al nacimiento de Jesús en Belén. Este evento, cargado de simbolismo, representa la humildad, la redención y la posibilidad de un nuevo comienzo para la humanidad.

LOS SABORES

Los sabores que inundan la temporada navideña, desde el reconfortante abrazo de un ponche caliente hasta el crujir festivo de los buñuelos y la sustanciosa calidez de los tamales, trascienden lo culinario. Su verdadero propósito es congregar a las familias alrededor de la mesa, transformando este espacio en un santuario de convivencia, donde se comparten historias, risas y la alegría de estar juntos. Aún conservo en mi memoria, con un cariño imborrable, esas veladas impregnadas de cantos y melodías navideñas, donde el espíritu de la temporada parecía danzar en cada rincón del hogar, envolviéndonos en una atmósfera de paz y armonía.

PARA MI SORPRESA

Impulsado por la nostalgia que embarga estas fechas, ayer decidí emprender una visita a aquellos establecimientos que solían ser mis proveedores predilectos de árboles de Navidad: Sam’s Club, Costco, La Comer, Walmart, entre otros. En años pasados, estos lugares se distinguían por su exuberancia, rebosantes de árboles naturales que llenaban los almacenes con su embriagador aroma a pino y su vibrante verdor. Sin embargo, la escena que encontré hoy fue notablemente diferente. Observé con una mezcla de sorpresa y tristeza que la abundancia de antaño ha disminuido considerablemente, y que los árboles artificiales, desafiando las expectativas, superan en precio a los naturales, invirtiendo la tendencia que prevalecía en años anteriores. Esta observación me llevó a reflexionar sobre la naturaleza efímera de las modas y las preferencias, que cambian y evolucionan con el paso del tiempo.

EL NACIMIENTO

A pesar de estas transformaciones, lo que permanece inalterable es la esencia misma de la celebración: la conmemoración del nacimiento del Mesías, el Redentor, el Salvador, el Niño Dios, hace ya dos mil veinticinco años. Este acontecimiento trascendental, que resuena en los corazones de millones de personas alrededor del mundo, representa la esperanza de salvación, la promesa de un futuro mejor y la reafirmación de la fe en la bondad inherente al ser humano.

LA VELA DE ADVIENTO

En este espíritu de celebración y gratitud, elevo un brindis por el significado profundo de la Navidad y por todo lo que esta época simboliza. Que sean días de reconciliación, de tender puentes y sanar heridas, de buscar la paz interior y exterior, y de cultivar la armonía en nuestras relaciones. Que podamos dejar de lado las diferencias que nos separan y enfocarnos en los lazos que nos unen como seres humanos. Ayer, imbuido de un profundo sentido de tradición y recogimiento, encendimos la primera vela de Adviento, marcando el inicio de este período sagrado de preparación y espera que culminará en la Nochebuena. Que este tiempo nos brinde la oportunidad de reflexionar sobre nuestras vidas, agradecer por las bendiciones recibidas y renovar nuestra fe en el amor y la esperanza que la Navidad representa.

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